Podemos ser
fuertes en algunas cosas, pero en otras cosas somos muy pequeños: cuando caemos
una y mil veces en lo mismo, cuando no podemos, no sabemos, no somos capaces,
cuando aparece ese lado nuestro que no nos gusta y que tampoco gusta a los otros. Ese lugar
donde de verdad somos pobres es un lugar
privilegiado para agradecer,
porque ahí encontramos nuestro
sitio real. Y aceptar nuestro sitio real
es fuente de libertad. Cada día liberarnos de nuestra fachada, liberarnos de
tener que acertar, cada día hacer lo que podamos, dejando todo en manos de
Dios.
Optar por la
humildad es optar por lo que soy, lo que tengo,
agradeciendo todo, lo bueno y lo malo, lo que me alegra y lo que me duele.