A pesar
de los tiempos calamitosos: regocíjate,
grita de júbilo, alégrate de todo corazón. El motivo es que el Señor ha cancelado ya la deuda, y está en medio de ti. Más aún, Él se goza y se complace en ti, te ama y se
alegra con júbilo.
Lo inaudito: Dios mismo es nuestro don. Entonces,
¿qué tenemos que hacer…?
Del
saberse amado así brota el dar y regalarse uno mismo: El que tenga que reparta… Es la propuesta del Evangelio. Tener
ojos, corazón y manos para los demás. Él nos bautizará con el fuego de su Espíritu
y pondrá su mismo Amor en nuestro interior.