Nací en una
familia campesina en Torre Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el
día de Pentecostés de 1540 , fin de la Pascua. Desde los 7 años hasta los 24
trabajé como pastor de ovejas hasta que entré como religioso franciscano.
Mis grandes
amores fueron la Eucaristía y los pobres. Más bien el mismo y único amor; Jesús.
Trabajé siempre en los más humildes
servicios: portero, cocinero, mandadero, barrendero.
Morí en la
fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo. El regalo de Pentecostés que el
Espíritu Santo me concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la
Eucaristía.
Cuando
estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oí una campana y pregunté:
"¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa
Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y descansé plácidamente.