En nuestra forma de vida, el primado
irrenunciable lo tiene la relación con Dios a través de la Eucaristía, la
escucha de la Palabra, la liturgia de las horas, la oración personal...
Por ello cada fraternidad y cada hermano
se organiza para dedicarse a lo único necesario, a hacer vacío de todo lo que
no sea nuestro único y total Bien. Todo lo subordinamos al espíritu de oración
y devoción.