Conocer al Señor…, quedar fascinado por Él…, sentir que
convivir con Él es la gran suerte de la vida… La clave de la vocación es el enamoramiento.
Aquel por el que uno es capaz de quemar las naves y alejarse de tierra. No es
cuestión ética o moral, sino una necesidad de seguir por amor a quien se
percibe como razón y sentido de la vida. La vocación tiene un por quién, no un
para qué.
Se sabe si se tiene vocación, si ha habido, al menos de manera
insinuante un encuentro creyente con Jesús, si se siente el atractivo de seguirlo,
si hay datos que avalan y posibilitan la opción, si hay fuerza y capacidad para
realizar lo que se presiente como llamada.
¿Algo de esto hay en tu vida?...Cuéntanoslo
