Nos hacemos presentes en la cultura, pero sin poder ideológico.
Dedicamos nuestras vidas a promover la justicia, pero sin liderazgo social.
Anunciaremos el Evangelio, pero valoraremos más la persona humana que su
adhesión a la fe. El camino más certero es la fidelidad a nuestra misión de
minoridad v fraternidad, adoptando el modo de vida de los más desfavorecidos.